Conferencia 24 – fase A

LA VIDA Y EL NIVEL DEL SER

¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿para dónde vamos?, ¿para qué vivimos?, ¿por qué vivimos?

Incuestionablemente, el pobre animal intelectual, equivocadamente llamado hombre, no solo no sabe, sino además ni siquiera sabe que no sabe. Lo peor de todo es la situación tan difícil y tan extraña en que nos encontramos, ignoramos el secreto de todas nuestras tragedias y sin embargo estamos convencidos de que lo sabemos todo.

Llévese un mamífero racional, una persona de esas que en la vida presumen de influyentes, al centro del desierto del Sahara, déjesele allí lejos de cualquier oasis y obsérvese desde una nave aérea todo lo que sucede. Los hechos hablarán por sí mismos: el humanoide intelectual, aunque presuma de fuerte y se crea muy hombre, en el fondo resulta espantosamente débil. El animal racional es tonto en un ciento por ciento, piensa de sí mismo lo mejor, cree que puede desenvolverse maravillosamente mediante el kindergarten, manuales de urbanidad, primarias, secundarias, bachillerato, universidad, el buen prestigio del papá, etc. Desafortunadamente, tras de tantas letras y buenos modales y dinero, bien sabemos que cualquier dolor de estómago nos entristece y que en el fondo continuamos siendo infelices y miserables.

Basta leer la historia universal para saber que somos los mismos bárbaros de antaño y que en vez de mejorar nos hemos vuelto peores. Este siglo XX, con toda su espectacularidad, guerras, prostitución, sodomía mundial, degeneración sexual, drogas, alcohol, crueldad exorbitante, perversidad extrema, monstruosidad, etc., es el espejo en que debemos mirarnos; no existe pues razón de peso como para jactarnos de haber llegado a una etapa superior de desarrollo. Pensar que el tiempo significa progreso es absurdo; desgraciadamente, los ignorantes ilustrados continúan embotellados en el dogma de la evolución. En todas las páginas negras de la negra historia hallamos siempre las mismas horrorosas crueldades, ambiciones, guerras, etc. Sin embargo, nuestros contemporáneos súper civilizados están todavía convencidos de que eso de la guerra es algo secundario, un accidente pasajero que nada tiene que ver con su tan cacareada civilización moderna.

Ciertamente, lo que importa es el modo de ser de cada persona; algunos sujetos serán borrachos, otros abstemios, aquellos honrados y estotros sinvergüenzas; de todo hay en la vida. La masa es la suma de los individuos; lo que es el individuo es la masa, es el gobierno, etc. La masa es pues, la extensión del individuo; no es posible la transformación de las masas, de los pueblos, si el individuo, si cada persona, no se transforma.

Nadie puede negar que existen distintos niveles sociales; hay gentes de iglesia y de prostíbulo, de comercio y de campo, etc. Así también existen distintos niveles del Ser. Lo que internamente somos, espléndidos o mezquinos, generosos o tacaños, violentos o apacibles, castos o lujuriosos, atrae las diversas circunstancias de la vida. Un lujurioso atraerá siempre escenas, dramas y hasta tragedias de lascivia en las que se verá metido. Un borracho atraerá a los borrachos y se verá metido siempre en bares y cantinas, eso es obvio. ¿Qué atraerá el usurero?, ¿el egoísta?, ¿cuántos problemas?, ¿cárceles?, ¿desgracias? Sin embargo, la gente amargada, cansada de sufrir, tiene ganas de cambiar, voltear la página de su historia. ¡Pobres gentes! Quieren cambiar y no saben cómo; no conocen el procedimiento; están metidas en un callejón sin salida. Lo que les sucedió ayer les sucede hoy y les sucederá mañana; repiten siempre los mismos errores y no aprenden las lecciones de la vida ni a cañonazos. Todas las cosas se repiten en su propia vida; dicen las mismas cosas, hacen las mismas cosas, lamentan las mismas cosas. Esta repetición aburridora de dramas, comedias y tragedias, continuará mientras carguemos en nuestro interior los elementos indeseables de la ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza y gula.

¿Cuál es nuestro nivel moral?, o mejor dijéramos: ¿Cuál es nuestro nivel del serMientras el nivel del Ser no cambie radicalmente, continuará la repetición de todas nuestras miserias, escenas, desgracias e infortunios. Todas las cosas, todas las circunstancias que se suceden fuera de nosotros, en el escenario de este mundo, son exclusivamente el reflejo de lo que interiormente llevamos. Con justa razón podemos aseverar solemnemente que lo “exterior es el reflejo de lo interior”. Cuando uno cambia interiormente y tal cambio es radical, lo exterior, las circunstancias, la vida, cambian también.

He estado observando por este tiempo, (año 1974), un grupo de gentes que invadieron un terreno ajeno. Aquí en México, tales gentes reciben el curioso calificativo de paracaidistas. Son vecinos de la colonia campestre Churubusco, están muy cerca a mi casa, motivo este por el cual he podido estudiarlos de cerca. Ser pobres jamás puede ser delito, mas lo grave no está en eso, sino en su nivel del Ser. Diariamente, se pelean entre sí, se emborrachan, se insultan mutuamente, se convierten en asesinos de sus propios compañeros de infortunio, viven ciertamente en inmundas chozas dentro de las cuales en vez de amor reina el odio. Muchas veces he pensado en que si cualquier sujeto de esos, eliminara de su interior el odio, la ira, la lujuria, la embriaguez, la maledicencia, la crueldad, el egoísmo, la calumnia, la envidia, el amor propio, el orgullo, etc., gustaría a otras personas, se asociaría por simple ley de afinidades psicológicas con gentes más refinadas, más espirituales; esas nuevas relaciones serían definitivas para un cambio financiero y social. Sería ese el sistema que le permitiría a tal sujeto abandonar la cochera, la cloaca inmunda.

Así pues, si realmente queremos un cambio radical, lo que primero debemos comprender es que cada uno de nosotros (ya sea blanco o negro, amarillo o cobrizo, ignorante o ilustrado, etc.), está en tal o cual nivel del Ser. ¿Cuál es nuestro nivel del Ser¿Habéis vosotros reflexionado alguna vez sobre eso? No sería posible pasar a otro nivel si ignoramos el estado en que nos encontramos.

LA ESCALERA MARAVILLOSA

Tenemos que anhelar un cambio verdadero, salir de esta rutina aburridora, de esta vida meramente mecanicista, cansona. Lo que primero debemos comprender con entera claridad es que cada uno de nosotros ya sea burgués o proletario, acomodado o de la clase media, rico o miserable, se encuentra realmente en tal o cual nivel del Ser. El nivel del Ser del borracho es diferente al del abstemio, y el de la prostituta muy distinto al de la doncella. Esto que estamos diciendo es irrefutable, irrebatible.

Al llegar a esta parte de nuestro capítulo, nada perdemos con imaginarnos una escalera que se extiende de abajo hacia arriba, verticalmente y con muchísimos escalones. Incuestionablemente, en algún escalón de estos nos encontramos nosotros; escalones abajo habrá gentes peores que nosotros; escalones arriba se encontrarán personas mejores que nosotros. En esta vertical extraordinaria, en esta escalera maravillosa, es claro que podemos encontrar todos los niveles del Ser. Cada persona es diferente y esto nadie puede refutarlo. Indubitablemente, no estamos ahora hablando de caras feas o bonitas, ni tampoco se trata de cuestión de edades. Hay gentes jóvenes y viejas, ancianos que ya están para morir y niños recién nacidos. La cuestión del tiempo y de los años, eso de nacer, crecer, desarrollarse, casarse, reproducirse, envejecerse y morir, es exclusivo de la horizontal. En la escalera maravillosa, en la vertical, el concepto tiempo no cabe. En los escalones de tal escala solo podemos encontrar niveles del Ser.

La esperanza mecánica de la gente no sirve para nada; creen que con el tiempo las cosas serán mejores; así pensaban nuestros abuelos y bisabuelos; los hechos precisamente han venido a demostrar lo contrario. El nivel del Ser es lo que cuenta y esto es vertical; nos hallamos en un escalón pero podemos subir a otro escalón. La escalera maravillosa de la que estamos hablando y que se refiere a los distintos niveles del Ser, ciertamente, nada tiene que ver con el tiempo lineal. Un nivel del Ser más alto está inmediatamente por encima de nosotros de instante en instante. No está en ningún remoto futuro horizontal, sino aquí y ahora; dentro de nosotros mismos; en la vertical.

Es ostensible y cualquiera lo puede comprender, que las dos líneas —horizontal y vertical— se encuentran, de momento en momento, en nuestro interior psicológico y forman la cruz. La personalidad se desarrolla y desenvuelve en la línea horizontal de la vida. Nace y muere dentro de su tiempo lineal; es perecedera; no existe ningún mañana para la personalidad del muerto; no es el Ser. Los niveles del Ser, el Ser mismo, no es del tiempo, nada tiene que ver con la línea horizontal; se encuentra dentro de nosotros mismos, ahora, en la vertical. Resultaría manifiestamente absurdo buscar a nuestro propio Ser fuera de nosotros mismos. No está de más sentar como corolario lo siguiente: títulos, grados, ascensos, etc., en el mundo físico exterior, en modo alguno originarían exaltación auténtica, reevaluación del Ser, paso a un escalón superior en los niveles del Ser.

REBELDÍA PSICOLÓGICA

No está de más recordar a nuestros lectores, que existe un punto matemático dentro de nosotros mismos. Incuestionablemente, tal punto, jamás se encuentra en el pasado, ni tampoco en el futuro. Quien quiera descubrir ese punto misterioso debe buscarlo aquí y ahora, dentro de sí mismo, exactamente en este instante, ni un segundo adelante, ni un segundo atrás. Los dos palos, vertical y horizontal de la santa Cruz, se encuentran en este punto. Nos hallamos, pues, de instante en instante ante dos caminos: el horizontal y el vertical. Es ostensible que el horizontal es muy cursi, por él andan “Vicente y toda la gente”, “Villegas y todo el que llega”, “Don Raimundo y todo el mundo”. Es evidente que el vertical es diferente; es el camino de los rebeldes inteligentes, el de los revolucionarios. Cuando uno se acuerda de sí mismo, cuando trabaja sobre sí mismo, cuando no se identifica con todos los problemas y penas de la vida, de hecho va por la senda vertical.

Ciertamente, jamás resulta tarea fácil eliminar las emociones negativas; perder toda identificación con nuestro propio tren de vida; problemas de toda índole, negocios, deudas, pago de letras, hipotecas, teléfono, agua, luz, etc. Los desocupados, aquellos que por tal o cual motivo han perdido el empleo, el trabajo, evidentemente sufren por falta de dinero y olvidar su caso, no preocuparse, ni identificarse con su propio problema, resulta de hecho espantosamente difícil. Quienes sufren, quienes lloran, aquellos que han sido víctimas de alguna traición, de un mal pago en la vida, de una ingratitud, de una calumnia o de algún fraude, realmente se olvidan de sí mismos, de su real Ser íntimo, se identifican completamente con su tragedia moral. El trabajo sobre sí mismo es la característica fundamental del camino vertical. Nadie podría hollar la senda de la gran rebeldía si jamás trabajase sobre sí mismo. El trabajo al que nos estamos refiriendo es de tipo psicológico; se ocupa de cierta transformación del momento presente en que nos encontramos. Necesitamos aprender a vivir de instante en instante.

Por ejemplo: una persona que se encuentra desesperada por algún problema sentimental, financiero o político, obviamente se ha olvidado de sí misma. Tal persona si se detiene un instante, si observa la situación y trata de recordarse a sí mismo y luego se esfuerza en comprender el sentido de su actitud. Si reflexiona un poco, si piensa en que todo pasa; en que la vida es ilusoria, fugaz, y en que la muerte reduce a cenizas todas las vanidades del mundo. Si comprende que su problema en el fondo no es más que una “llamarada de petate”, un fuego fatuo que pronto se apaga, verá de pronto con sorpresa que todo ha cambiado. Transformar reacciones mecánicas es posible mediante la confrontación lógica y la autorreflexión íntima del Ser. Es evidente que las gentes reaccionan mecánicamente ante las diversas circunstancias de la vida. ¡Pobres gentes!, suelen siempre convertirse en víctimas. Cuando alguien los adula, sonríen; cuando los humillan, sufren. Insultan si se les insulta; hieren si se les hiere; nunca son libres; sus semejantes tienen poder para llevarlos de la alegría a la tristeza, de la esperanza a la desesperación. Cada persona de esas que van por el camino horizontal, se parece a un instrumento musical, donde cada uno de sus semejantes toca lo que le viene en gana. Quien aprende a transformar las reacciones mecánicas, de hecho se mete por el camino vertical. Esto representa un cambio fundamental en el nivel del Ser, resultado extraordinario de la rebeldía psicológica.

Gráfico complementario

El ascenso en el Nivel del Ser se logra con el trabajo en los Tres Factores

El ascenso en el nivel del Ser se logra con el trabajo en los tres factores.

 

Fin conferencia 24