Conferencia 29 – fase A

LA LEY DEL PÉNDULO

Resulta interesante tener un reloj de pared en casa, no solo para saber las horas sino también para reflexionar un poco. Sin el péndulo el reloj no funciona; el movimiento del péndulo es profundamente significativo. En los antiguos tiempos el dogma de la evolución no existía, entonces, los sabios entendían lo de que los procesos históricos se desenvuelven siempre de acuerdo con la ley del péndulo. Todo fluye y refluye, sube y baja, crece y decrece, va y viene de acuerdo con esta ley maravillosa.

Nada tiene de extraño que todo oscile, que todo esté sometido al vaivén del tiempo, que todo evolucione e involucione. En un extremo del péndulo está la alegría, en el otro el dolor; todas nuestras emociones, pensamientos, anhelos, deseos, oscilan de acuerdo con la ley del péndulo:

pendulo 29

Esperanza y desesperación, pesimismo y optimismo, pasión y dolor, triunfo y fracaso, ganancia y pérdida, corresponden ciertamente a los dos extremos del movimiento pendular. Surgió Egipto con todo su poderío y señorío a orillas del río sagrado, mas cuando el péndulo se fue al otro lado, cuando se levantó por el extremo opuesto cayó el país de los faraones y se levantó Jerusalén, la ciudad querida de los profetas. Cayó Israel, cuando el péndulo cambió de posición y surgió en el otro extremo el imperio romano. El movimiento pendular levanta y hunde imperios, hace surgir poderosas civilizaciones y luego las destruye.

Podemos colocar en el extremo derecho del péndulo las diversas escuelas pseudoesotéricas y pseudocultistas, religiones y sectas. Podemos colocar en el extremo izquierdo del movimiento pendular a todas las escuelas de tipo materialista, marxista, ateísta, escepticista, etc. Antítesis del movimiento pendular, cambiantes, sujetas a permutación incesante. El fanático religioso, debido a cualquier acontecimiento insólito o decepción, puede irse al otro extremo del péndulo, convertirse en ateísta, materialista, escéptico. El fanático materialista, ateísta, debido a cualquier hecho inusitado, tal vez un acontecimiento metafísico trascendental, un momento de terror indecible, puede llevarlo al extremo opuesto del movimiento pendular y convertirlo en un reaccionario religioso insoportable.

Ejemplos: un sacerdote vencido en una polémica por un esoterista, desesperado se tornó incrédulo y materialista. / Conocimos el caso de una dama ateísta e incrédula que debido a un hecho metafísico concluyente y definitivo, se convirtió en una exponente magnífica del esoterismo práctico.

En nombre de la verdad, debemos declarar que el ateísta materialista, verdadero y absoluto es una farsa, no existe. Ante la proximidad de una muerte inevitable, ante un instante de indecible terror, los enemigos de lo eterno, los materialistas e incrédulos pasan instantáneamente al otro extremo del péndulo y resultan orando, llorando y clamando con fe infinita y enorme devoción.

El mismo Carlos Marx, autor del Materialismo dialéctico, fue un fanático religioso judío, y después de su muerte, le rindieron pompas fúnebres de gran rabino. Carlos Marx elaboró su Dialéctica materialista con un solo propósito: “crear un arma para destruir a todas las religiones del mundo por medio del escepticismo”. Es el caso típico de los celos religiosos llevados al extremo, en modo alguno podría aceptar Marx la existencia de otras religiones y prefirió destruirlas mediante su dialéctica. Carlos Marx cumplió uno de los protocolos de Sión, que dice textualmente: “no importa que llenemos el mundo de materialismo y de repugnante ateísmo, el día en que nosotros triunfemos, enseñaremos la religión de Moisés debidamente codificada y en forma dialéctica, y no permitiremos en el mundo ninguna otra religión”.

Muy interesante resulta que en la Unión Soviética las religiones sean perseguidas y al pueblo se les enseñe dialéctica materialista, mientras en las sinagogas se estudia el Talmud, la Biblia y la religión, y trabajan libremente sin problema alguno. Los amos del gobierno ruso son fanáticos religiosos de la ley de Moisés, mas ellos envenenan al pueblo con la farsa esa del materialismo dialéctico.

Jamás nos pronunciaríamos contra el pueblo de Israel, solo estamos declarando contra cierta élite de doble juego que, persiguiendo fines inconfesables, envenena al pueblo con la Dialéctica materialista, mientras en secreto practica la religión de Moisés.

Materialismo y espiritualismo con toda su secuela de teorías, prejuicios y preconceptos de toda especie se procesan en la mente de acuerdo con la ley del péndulo y cambian de moda de acuerdo con los tiempos y las costumbres. Espíritu y materia son dos conceptos muy discutibles y espinosos que nadie entiende. Nada sabe la mente sobre el espíritu, nada sabe sobre la materia. Un concepto no es más que eso, un concepto. La realidad no es un concepto aunque puedan forjarse muchos conceptos sobre la realidad. El espíritu es el Espíritu (el Ser) y solo a sí mismo puede conocerse. Escrito está: “El Ser es el Ser, y la razón de ser es el mismo Ser”.

Los fanáticos del dios materia, los científicos del materialismo dialéctico son empíricos y absurdos en un ciento por ciento. Hablan sobre la materia con una autosuficiencia deslumbrante y estúpida, cuando en realidad nada saben sobre la misma. ¿Qué es materia? ¿Cuál de estos tontos científicos lo sabe? La tan cacareada materia es también un concepto demasiado discutible y bastante espinoso. ¿Cuál es la materia?, ¿el algodón?, ¿el hierro?, ¿la carne?, ¿el almidón?, ¿una piedra?, ¿el cobre?, ¿una nube o qué? Decir que todo es materia sería tan empírico y absurdo como asegurar que todo el organismo humano es un hígado o un corazón o un riñón. Obviamente una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, cada órgano es diferente y cada sustancia es distinta. ¿Entonces, cuál de todas estas sustancias es la tan cacareada materia?

Con los conceptos del péndulo juega mucha gente, pero en realidad los conceptos no son la realidad. La mente solamente conoce formas ilusorias de la naturaleza pero nada sabe sobre la verdad contenida en tales formas. Las teorías pasan de moda con el tiempo y con los años, y lo que uno aprendió en la escuela resulta que después ya no sirve; conclusión: nadie sabe nada. Los conceptos de la extrema derecha o de la extrema izquierda del péndulo pasan como las modas de las mujeres, todos esos son procesos de la mente, cosas que suceden en la superficie del entendimiento, tonterías, vanidades del intelecto. A cualquier disciplina psicológica se le opone otra disciplina; a cualquier proceso psicológico, lógicamente estructurado, se le opone otro semejante; ¿y después de todo, qué? Lo real, la verdad, es lo que nos interesa; mas esto no es cuestión del péndulo, no se encuentra entre el vaivén de las teorías y creencias. La verdad es lo desconocido de instante en instante, de momento en momento. La verdad está en el centro del péndulo, no en la extrema derecha y tampoco en la extrema izquierda.

Cuando a Jesús le preguntaron qué es la verdad, guardó un profundo silencio. Y cuando al Budha le hicieron la misma pregunta, dio la espalda y se retiró. La verdad no es cuestión de opiniones, ni de teorías, ni de prejuicios de extrema derecha o de extrema izquierda. El concepto que la mente puede forjarse sobre la verdad, jamás es la verdad. La idea que el entendimiento tenga sobre la verdad nunca es la verdad. La opinión que tengamos sobre la verdad, por muy respetable que ella sea, en modo alguno es la verdad. Ni las corrientes espiritualistas, ni sus oponentes materialistas, pueden conducirnos jamás a la verdad. La verdad es algo que debe ser experimentado en forma directa, como cuando uno mete el dedo en el fuego y se quema, o como cuando uno traga agua y se ahoga. El centro del péndulo está dentro de nosotros mismos y es allí donde debemos descubrir y experimentar en forma directa lo real, la verdad.

Necesitamos autoexplorarnos directamente para autodescubrirnos y conocernos profundamente a nosotros mismos. La experiencia de la verdad solo adviene cuando hemos eliminado los elementos indeseables que en su conjunto constituyen el mí mismo. Solo eliminando el error viene la verdad. Solo desintegrando el yo mismo, mis errores, mis perjuicios y temores, mis pasiones y deseos, creencias y fornicaciones, encastillamientos intelectuales y autosuficiencias de toda especie, adviene a nosotros la experiencia de lo real. La verdad nada tiene que ver con lo que se haya dicho o dejado de decir, con lo que se haya escrito o dejado de escribir, ella solamente adviene a nosotros cuando el mí mismo ha muerto. La mente no puede buscar la verdad porque no la conoce. La mente no puede reconocer la verdad, porque jamás la ha conocido. La verdad adviene a nosotros en forma espontánea cuando hemos eliminado todos los elementos indeseables que constituyen el mí mismo, el yo mismo. En tanto la conciencia continúe embotellada entre el yo mismo no podrá experimentar eso que es lo real, eso que está más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente, eso que es la verdad. Cuando el mí mismo queda reducido a polvareda cósmica la conciencia se libera para despertar definitivamente y experimentar en forma directa la verdad.

Con justa razón dijo el Gran Kabir Jesús: “conoced la verdad y ella os hará libres”.

¿De qué sirve al hombre conocer cincuenta mil teorías si jamás ha experimentado la verdad? El sistema intelectual de cualquier hombre es muy respetable, mas a cualquier sistema se le opone otro y ni uno ni otro es la verdad. Más vale autoexplorarnos para autoconocernos y llegar a experimentar un día en forma directa lo real, la verdad.

CONCEPTO Y REALIDAD

¿Quién o qué puede garantizar que el concepto y la realidad resulten absolutamente iguales? El concepto es una cosa y la realidad es otra, y existe tendencia a sobrestimar nuestros propios conceptos. Realidad igual a concepto es algo casi imposible, sin embargo, la mente hipnotizada por su propio concepto supone siempre que este y realidad son iguales. A un proceso psicológico cualquiera, correctamente estructurado mediante una lógica exacta, se le opone otro diferente reciamente formado con lógica similar o superior, ¿entonces qué? Dos mentes severamente disciplinadas dentro de férreas estructuras intelectuales discutiendo entre sí, polemizando, sobre tal o cual realidad creen cada una en la exactitud de su propio concepto y en la falsedad del concepto ajeno, ¿mas cuál de ellas tiene la razón?, ¿quién podría honradamente dar garantes en uno y otro caso?, ¿en cuál de ellos, concepto y realidad resultan iguales? Incuestionablemente, cada cabeza es un mundo y en todos y en cada uno de nosotros existe una especie de dogmatismo pontificio y dictatorial que quiere hacernos creer en la igualdad absoluta de concepto y realidad. Por muy fuertes que sean las estructuras de un razonamiento nada puede garantizar la igualdad absoluta de concepto y realidad. Quienes están autoencerrados dentro de cualquier procedimiento logístico intelectual quieren hacer siempre coincidir la realidad de los fenómenos con los elaborados conceptos, y esto no es más que el resultado de la alucinación razonativa. Abrirse a lo nuevo es la difícil facilidad del clásico, desgraciadamente la gente quiere descubrir, ver en todo fenómeno natural sus propios prejuicios, conceptos, preconceptos, opiniones y teorías; nadie sabe ser receptivo, ver lo nuevo con mente limpia y espontánea. Que los fenómenos le hablen al sabio sería lo indicado, desafortunadamente los sabios de estos tiempos no saben ver los fenómenos, solo quieren ver en los mismos la confirmación de todos sus preconceptos. Aunque parezca increíble, los científicos modernos nada saben sobre los fenómenos naturales. Cuando vemos en los fenómenos de la naturaleza exclusivamente nuestros propios conceptos, ciertamente no estamos viendo los fenómenos sino los conceptos. Empero, alucinados, los tontos científicos por su fascinante intelecto, creen en forma estúpida que cada uno de sus conceptos es absolutamente igual a tal o cual fenómeno observado, cuando la realidad es diferente. No negamos que nuestras afirmaciones sean rechazadas por todo aquel que esté autoencerrado por tal o cual procedimiento logístico; incuestionablemente, la condición pontificia y dogmática del intelecto en modo alguno podría aceptar que tal o cual concepto correctamente elaborado, no coincida exactamente con la realidad. Tan pronto la mente, a través de los sentidos, observa tal o cual fenómeno, se apresura de inmediato a rotularlo con tal o cual término cientifista que, incuestionablemente, solo viene a servir como parche para tapar la propia ignorancia. La mente no sabe realmente ser receptiva a lo nuevo, mas sí sabe inventar complicadísimos términos con los cuales pretende calificar en forma autoengañosa lo que ciertamente ignora. Hablando esta vez en sentido socrático, diremos que la mente no solamente ignora, sino además, ignora que ignora. La mente moderna es terriblemente superficial, se ha especializado en inventar términos hechos dificilísimos para tapar su propia ignorancia.

Existen dos clases de ciencia: la primera no es más que ese podridero de teorías subjetivas que abundan por allí. La segunda es la ciencia pura de los grandes iluminados, la ciencia objetiva del Ser. Indubitablemente, no sería posible penetrar en el anfiteatro de la ciencia cósmica si antes no hemos muerto en nosotros mismos. Necesitamos desintegrar todos esos elementos indeseables que cargamos en nuestro interior, y que en su conjunto constituyen el mí mismo, el yo de la psicología. En tanto la conciencia superlativa del Ser continúe embotellada entre el mí mismo, entre mis propios conceptos y teorías subjetivas, resulta absolutamente imposible conocer directamente la cruda realidad de los fenómenos naturales en nosotros mismos.

La llave del laboratorio de la naturaleza la tiene en su mano diestra el ángel de la muerte. Muy poco podemos aprender del fenómeno del nacimiento, mas de la muerte podremos aprender todo. El templo inviolado de la ciencia pura se encuentra en el fondo de la negra sepultura. Si el germen no muere, la planta no nace. Solo con la muerte adviene lo nuevo. Cuando el ego muere, la conciencia despierta para ver la realidad de todos los fenómenos de la naturaleza tal cual son en nosotros mismos y por nosotros mismos. La conciencia sabe lo que directamente experimenta por sí misma, el crudo realismo de la vida más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente.

Gráfico complementario:

punto critico 29

A un ascenso siempre le sigue un descenso de igual magnitud.
La línea del medio es la Verdad.
El punto crítico permite contemplar los dos extremos para trascenderlos.

 

pendulo interior 29El péndulo interior

Para alcanzar la comprensión debemos evitar polarizarnos en el intelecto o en el sexo. La Comprensión es una facultad del corazón, que permite conciliar los opuestos.

 

Fin conferencia 29