Conferencia 39 – fase A

LA NO IDENTIFICACIÓN CON LAS COSAS DEL DIARIO VIVIR Y POR QUÉ JUZGAMOS A LOS DEMÁS

Cuando uno se identifica la conciencia se duerme. La vigilia se pierde, comprendamos esto. La vida es como una película compuesta por muchos cuadros y escenas. No conviene en modo alguno identificarnos con ninguna escena, con ningún cuadro, con ninguna apariencia, porque todo pasa: pasan las personas, pasan las ideas, pasan las cosas, todo el mundo es ilusorio. Cualquier escena de la vida, por fuerte que ella sea, pasa y queda atrás en el tiempo. Lo que nos debe interesar a nosotros es aquello que se llama Ser, la conciencia. He allí lo fundamental, porque el Ser no pasa: el Ser es el Ser.

Cuando nosotros nos identificamos con las distintas comedias, dramas y tragedias de la vida es obvio que caemos en la fascinación y en la inconsciencia del sueño psicológico. He allí el motivo por el cual no debemos identificarnos con ninguna comedia, drama o tragedia de la vida, porque por muy grave que sea, pasa. Hay un dicho común que dice: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. Así que todo es ilusorio y pasajero. Uno en la vida se encuentra a veces con algunos problemas difíciles. Sucede que a veces no halla uno la salida o la solución al problema, y este se vuelve enorme, monstruoso, gigantesco ante nuestra mente. Entonces, sucumbe uno ante las preocupaciones, y dice: “¿cómo haré, qué haré?” No le encuentra uno escapatoria, y el problema se torna más monstruoso, enorme y gigantesco en la medida en que se sigue pensando en él. Pero llega el día en que si nosotros afrontamos el problema tal cual es, es decir, si agarramos al toro por los astas, vemos que el problema queda en nada, se destruye por sí mismo, es de naturaleza ilusoria. Pero es indispensable no identificarnos con ninguna circunstancia de la vida.

Cuando no nos identificamos con tal o cual problema, cuando permanecemos alerta, descubrimos en el problema nuestros propios defectos psicológicos. Normalmente, se ve que los problemas obedecen al miedo; el yo del temor mantiene los problemas vivos. Se le teme a la vida, se le teme a la muerte, al qué dirán, al qué pensarán, al chisme, a la calumnia, a la miseria, al hambre, a la desnudez, a la cárcel. A todo se le teme, y debido a esto los problemas se hacen cada vez más insolubles, más fuertes. En un problema financiero, ¿qué tememos? La ruina, o que tengamos que pagar determinada deuda, porque si no pagamos nos meten a la cárcel, etc. En un problema de familia, ¿qué tememos? El dice que se dice, la lengua viperina, el escándalo, los intereses creados, etc. Pero si se elimina el yo del temor, todo se esfuma, se vuelve nada. Si uno no se identifica jamás con ningún evento, problema o situación, logra estar siempre alerta y vigilante. Y es en ese estado de alerta donde uno descubre sus defectos psicológicos. Defecto descubierto, debe ser comprendido y después eliminado.

Las peores circunstancias de la vida resultan ser las que más aportan para nuestro crecimiento interior. En los momentos más agradables de la vida suele rendir menos nuestro trabajo interior. Cuando uno se identifica no identifica el defecto que se está manifestando. Normalmente, esos defectos se proyectan en las demás personas, buscan dentro de nosotros que se dé la identificación para que no los identifiquemos a ellos, y así no podamos descubrirlos ni eliminarlos. Para el trabajo esotérico es fundamental iniciar una etapa de lucha incesante por no identificarse con elemento alguno, sea lo que sea. Si una persona se identifica, por ejemplo, con el alcohol, termina tomando; si se identifica con la glotonería, acaba comiendo, y así sucesivamente con cada cosa que se va dando. Una identificación con una ira nos duerme tanto la conciencia que podríamos durar varios días identificados sin retomar el trabajo psicológico. Es necesario que luchemos a cada momento para no dejarnos identificar.

¿POR QUÉ JUZGAMOS A LOS DEMÁS?

Ahora estudiemos este otro aspecto que impide el despertar de la conciencia. Es necesario saber que realmente no nos conocemos a nosotros mismos, y que todas las personas en el exterior nos sirven de espejo para vernos reflejados. Si cada vez que aparece alguien con un defecto nos observamos a nosotros mismos, vemos que algo se nos está moviendo y que no quiere que lo observemos. Por eso reacciona y trata de que critiquemos lo que tal o cual persona está haciendo, para dormirnos la conciencia y que no logremos descubrirlo. En un momento dado, lo que nos molesta de alguien es algo que cargamos oculto dentro de nuestra psicología y no nos gusta verlo por fuera, por eso lo criticamos.

En otras reacciones podemos descubrir que interiormente tenemos el defecto contrario al que vemos externamente. Por ejemplo: si veo a alguien que está derrochando su dinero y en mi interior tengo el yo avaro, este defecto reacciona cuando ve a su opuesto en el exterior. Luego, siento desagrado. La clave de todo es dirigir siempre la observación al mundo interior, ver lo que sentimos, lo que pensamos, lo que deseamos, la forma cómo estamos reaccionando, la charla interior que se da, etc. Mientras uno va observando el interior hace descubrimientos, y puede ir eliminando lo que va comprendiendo. Pero si se da la identificación el siguiente paso será la crítica. Tan pronto nos identificamos empezamos a juzgar a la otra persona, criticamos el defecto que hemos proyectado en ella. Como resultado de lo anterior, la conciencia se duerme y se pierde el propio juicio crítico. El juicio crítico es la capacidad que tiene la conciencia de comprender los propios defectos, pero esa capacidad desaparece tan pronto se critica a la otra persona.

Reflexionemos en esto: si no nos conocemos a nosotros mismos, ¿cómo podemos creer que conocemos a los demás? Por eso juzgamos cualquier apariencia o cualquier acción que vemos en otros, pero nunca debemos identificarnos con las apariencias porque las apariencias engañan. Miramos a una mujer haciendo determinada cosa y decimos: “¡Ah!, esa es una prostituta”, “ese es un no sé qué”, “ese otro es un afeminado”, “aquel de allá es tal cosa”, “el otro que viene allá es un ladrón”, etc. Pero, ¿quién está juzgando? Si observáramos el dedo que señala y los otros tres dedos que miran hacia el interior…, son nuestros propios yoes que están hablando por fuera lo que tenemos por dentro. Tenemos que darnos cuenta de que lo que estamos juzgando de los demás es una simple apariencia. No conocemos las razones psicológicas que obligaron a una persona a obrar en determinada forma, simplemente vemos un hecho externo y juzgamos la apariencia exterior. Por lo tanto, el juicio que hacemos es un juicio equivocado, y ¿qué sucede con ese juicio equivocado? Ese juicio es una calumnia, la cual termina originando una mala relación entre la persona juzgada y uno. En el esoterismo lo que verdaderamente importa es la forma cómo internamente estamos relacionados los unos con los otros. Si yo juzgo a alguien me vuelvo su enemigo.

Pero sigamos analizando: cuando uno criticó a una persona y la calumnió sucede que se identificó. Perdió la posibilidad de autobservar y autoenjuiciar su defecto. La autocrítica es fundamental, permite ver nuestro propio defecto reflejado allá, al frente, en la otra persona. Si nos hacemos conscientes de que tenemos ese defecto podemos pedir muerte y habrá eliminación del mismo. Es importante iniciar una lucha para dejar de juzgar a los demás; esa pelea nos va a llevar a eso que se llama el despertar de la conciencia, y va a darse en dos frentes:

  • NO IDENTIFICARSE
  • NO JUZGAR a los demás

Si empezamos a combatir estos dos errores no se nos va a dormir la conciencia, y recuperaremos el juicio crítico. Cuando uno recupera verdaderamente el juicio crítico todo el mundo le va a servir de espejo para poder trabajar los propios defectos. La muerte en marcha va a rendir de forma impresionante. Una persona pierde demasiado tiempo juzgando a los demás. En el trabajo esotérico, cuando se juzga a un Maestro, por ejemplo, la persona queda estancada. Si no tenemos la capacidad de comprender los actos de las personas que supuestamente están en nuestro mismo nivel de conciencia o en uno inferior, mucho menos podremos juzgar los de Seres que tienen un nivel de conciencia superior.

REFLEXIONEMOS EN ESTO:

  • No nos conocemos a nosotros mismos.
  • Proyectamos nuestros defectos en las demás personas.
  • Juzgamos las apariencias externas.
  • Tales acciones no coinciden realmente con el juicio que nosotros emitimos.
  • Por tanto, juzgamos equivocadamente las acciones de los demás, calumniamos.
  • El juicio que nosotros emitimos es, en verdad, hacia el propio defecto psicológico que, sobre el prójimo, hemos proyectado.

 

Fin conferencia 39